martes, 8 de mayo de 2012

Reingenieria de procesos


Los padres reconocidos de la reingeniería son Michael Hammer y James Champy. Y al decir que son los «padres» no quiero decir que mantuvieran relaciones sexuales; me disculpo por haberle inducido a pensar así. Quiero decir que fueron ellos los que escribieron el best-seller empresarial Reingeniería que se publicó en 1993.
Los negocios acogieron a la reingeniería como los muchachos de una fraternidad a la líder embriagada de las animadoras del equipo (esta analogía no era necesaria, pero intento alejar mis pensamientos del asunto sobre Hammer y Champy).
La reingeniería supone descubrir enfoques radicales nuevos a sus actuales procesos de negocios. Sobre el papel, eso se compara de modo bastante favorable con el enfoque de «calidad», que supone ser más eficiente en aquellas cosas que no debería estar haciendo.
Pero la reingeniería también tiene su lado oscuro. Existe el riesgo de que, sea cual fuere la incompetencia natural presente en la empresa, ésta pueda verse liberada en una escala épica, en lugar de repartida en pequeñas y manejables porciones de «calidad».
Eso puede ser peligroso si, tal como he afirmado a menudo, resulta que todos no somos más que un puñado de imbéciles. Hammer detectó ese riesgo y lo analizó inteligentemente en otro libro publicado en 1995, La revolución de la reingenieria, donde se describen todas las cosas estúpidas que son capaces de hacer los jefes para imponer su receta de reingeniería.

Ejemplo de cómo estropear la reingeniería
Presidente: «Subalterno, haga la reingeniería de la empresa».

Subalterno: «Necesitaré dos millones de dólares».

Presidente: «¿Para qué?»

Subalterno: «Para hacer la reingeniería la empresa».

Presidente: «Estúpido, la reingeniería ahorra dinero».

Subalterno: «Hmm... Me pondré a trabajar en ello».

Presidente: «Infórmeme cuando haya terminado».

La reingeniería tiene tendencia a reducir el numero de empleados necesarios para realizar una función. Ese desgraciado efecto secundario causa temor y desconfianza en los empleados, cuya participación es vital para que la reingeniería sea un éxito. Quizá piense que el temor y la desconfianza puedan llegar a sabotear el esfuerzo, pero eso no tiene por qué ser necesariamente así. Hay muchos ejemplos de procesos que funcionan igual de bien cuando hay mucho temor y mucha desconfianza.
 Veamos unos ejemplos:

• Aplicación de la pena capital.
• Elecciones presidenciales.
• Marketing multinivel.


Hay que tener compasión del pobre tipo al que se le asigna la tarea de hacer la reingeniería de la empresa, que tendrá que enfrentarse a un insuficiente apoyo gerencial desde arriba, y a la traición desde abajo. Es posible tener éxito: posible pero poco probable.[1]
He aquí algunos de los obstáculos específicos que se oponen a la reingeniería.

DEFENSA «BALA DE PLATA»

A menudo se pide a los jefes que sacrifiquen a empleados de sus grupos como forma de contribuir al esfuerzo de la reingeniería de la empresa. Se trata de una oportunidad para que se deshagan de sus empleados más incompetentes, todo ello en nombre del «trabajo en equipo». Esos empleados incompetentes actúan como «balas de plata» para destruir el proyecto mismo de la reingeniería, al mismo tiempo que dejan intactas las organizaciones existentes.
Una vez que se ha designado a los «balas de plata», llega el momento de reunirse y generar algunas opciones de reingeniería radical:
Bala de plata número 1: «¿Tiene alguien alguna idea de reingeniería radical?» Bala de plata número 2: «¿Por qué no usamos sobres prelamidos?»
Bala de plata número 1: «Eso es más bien una idea de aumento de la "calidad", antes que una idea de "reingeniería" radical» (prolongado silencio).
Bala de plata número 2: «Podríamos reducir la plantilla y echar a la calle a unas cuantas personas a las que no conozcamos. De ese modo se ahorraría dinero».
Bala de plata número 3: «¿Y quién haría su trabajo?» (otro prolongado silencio).
Bala de plata número 2: «¿Otras personas a las que tampoco conocemos?»
Bala de plata número 1: «¡Me gustan esas cifras!»


[1] Las posibilidades son aproximadamente las mismas que si se apuesta por un caballo de carreras que no na ganado en una pista de barro y de pronto se pone a llover a cántaros. Y el caballo tiene además escás olas en dos patas. Y está muerto.


DEFENSA DE CAMUFLAJE

Los directores de nivel intermedio que se ven amenazados por la reingeniería efectuarán ajustes defensivos inteligentes. Redefinirán con rapidez lo que ya están haciendo como reingeniería. De repente, su «Proyecto de servicio al cliente» recibe el nuevo nombre de «Proyecto de reingeniería de servicio al cliente». A partir de ese momento ya no se somete uno a un corte de pelo, sino que «se hace reingeniería de la cabeza». Ya no se va a almorzar, sino que se «hace reingeniería de los intestinos». Al cabo de poco tiempo hay tantas reingenierías que resulta difícil encontrar nada que no se esté haciendo reingeniería, aunque fuera «de boquilla».
Luego llega el momento del presupuesto.

Los altos ejecutivos saben que deberían estar financiando algo llamado «reingeniería» si no quieren parecer como trogloditas. La reingeniería está de moda, y está ocurriendo a nuestro alrededor. La forma más barata de financiarla es rebautizando como «reingeniería» aquello que ya se está financiando (los altos ejecutivos fueron en otro tiempo directores medios, y saben cómo manejar un presupuesto).
Los ejecutivos pueden arrojar un hueso al único «verdadero» proyecto de reingeniería, concediéndole algo de dinero a modo de pequeña prueba.

PRUEBA DE «INGENIERÍA

Una prueba de reingeniería es una prueba a pequeña escala de un proceso de «reingeniería» nuevo que se ha propuesto. Típicamente, nada de la tecnología o de los recursos que se proponen para el proyecto de reingeniería a gran escala se encuentra disponible para llevar a cabo la prueba. Así pues, la planificación de la prueba se desarrolla más o menos como sigue:

Miembro del equipo número 1: «Necesitaremos estaciones de trabajo bien distribuidas, todas ellas conectadas a nivel mundial mediante un sistema vía satélite».
Miembro del equipo número 2: «Lo único que tenemos a nuestra disposición es esta taza de café descafeinado que se quedó aquí de la reunión anterior».
Miembro del equipo número 3: «Entonces, utilicémosla. Podemos interpolar los resultados».
Miembro del equipo número 1: «¿Están locos? ¡Esto es descafeinado!»

CONCLUSIÓN

Hacer reingeniería de una empresa es un poco como practicar una apendicectomía sobre uno mismo. Duele un poco, quizá no se sepa exactamente cómo hacerlo, y existe una buena probabilidad de no sobrevivir al intento. Pero si funciona, habrá alcanzado suficiente seguridad en sí mismo como para intentarlo con algunos otros de los órganos más vitales, como esa cosa roja, grande y bombeante que tenemos en el pecho.



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